Se oye el mar. Hemos llegado a la calita hace rato, en el coche. Durante el trayecto el aire le despeinaba el pelo. No íbamos deprisa (a 70), pero el viento hacía que mi camisa se moviera, y dejaba al descubierto mi ropa interior, un poco, sólo un poco. Yo sentía sus manos, lentas, delicadas, cariñosas, suaves, conocidas, pero al mismo tiempo intrigantes e inesperadas. Avanzaba, un poco, sólo un poco, un poco más por favor. Ahora estábamos callados, solos, en silencio. Se me había acercado por detrás, y me había mordido en la yugular, cual vampiro en una noche de luna llena, me encantaba.
Mi niña
Hace 4 meses
1 comentario:
ke bonito, estaba pensando en otra kosa!!!
:P
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